Teletransformación

Se debe extremar la atención para maximizar los beneficios y atenuar las consecuencias negativas del teletrabajo futuro

Es notorio que la pandemia es, entre otras cosas, un acelerador de cambios que estaban en marcha y ahora avanzan a velocidad de vértigo. Uno de ellos es el teletrabajo. Es más que racional pensar que, incluso cuando el virus haya sido vencido, las dinámicas de trabajo en remoto permanecerán con una intensidad desconocida antes. Este fenómeno tiene amplias y profundas consecuencias, en gran parte positivas. En primer lugar, el potencial para reducir consistentemente la movilidad —tanto la local diaria como la de viajes de negocios—, importante factor para conseguir una reducción de las emisiones hasta que no se alcance un entorno de transportes realmente no contaminante. En segundo lugar, un fuerte respaldo a las posibilidades de conciliación, lo cual puede apuntalar los necesarios avances en la superación de la situación de desigualdad que sufren las mujeres.

Esta transformación tendrá naturalmente un gran impacto en múltiples sectores y tecnologías vinculados. Desde el inmobiliario a la restauración en zonas de oficinas, hasta por supuesto las tecnologías digitales de comunicación y streaming. Habrá vencedores y perdedores, como en toda gran transformación, y tanto el sector privado como el público tendrán que extremar la atención para maximizar los beneficios y atenuar las consecuencias negativas. Oportunamente, España ha legislado recientemente en esta materia para actualizar y afinar el marco normativo.

En esta búsqueda de nuevos equilibrios, ni las autoridades públicas, ni las empresas, ni los trabajadores deberían subestimar el potencial elevador del contacto humano. El fluido intercambio de ideas que permite la cercanía física es un invisible fertilizante que hace florecer los emprendimientos comunes. Pero también el propio espíritu de los individuos, que se eleva a través del diálogo y la empatía. Un excesivo reajuste en favor del teletrabajo aislado

redoblaría para mal el ya oprimente magnetismo de las pantallas en la soledad.


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